Ventanas

Hacía tiempo que no compartía ninguna nueva reflexión por este medio, quizá porque la vorágine del día a día a veces nos ahoga y nos priva de ese precioso aire hecho de calma y reflexión que tanto bien hace a nuestra alma. 

Hoy necesitaba respirar de ese aire puro y, una vez más, me he bajado ese pequeño fichero donde conservo notas manuscritas, apuntes, resúmenes, esquemas, etc., de mis primeros años de estudio de humanidades clásicas. Con algunas me he sonreído, con otras me he emocionado y hasta se me ha escapado alguna lagrimilla.

¡La terapia ha merecido la pena! Subo a casa con las pilas recargadas, pero antes os comparto una de las anécdotas con las que me he reencontrado. Espero que os sirva también a vosotros.

Ventanas

Una pareja de recién casados se mudó a su nuevo hogar, en un barrio muy tranquilo, a las afueras de la ciudad. Tras la primera noche en casa, bajaron temprano a tomar un café antes de seguir decidiendo el lugar que ocuparía en contenido de cada caja de la mudanza.
Mientras desayunaban, la mujer reparó, a través de la ventana, que una vecina colgaba sábanas en el tendedero.

─¡Que sábanas tan sucias cuelga la vecina en el tendedero! Quizás necesita un jabón nuevo… ¡Ojalá pudiera ayudarla a lavar las sábanas!

El marido miró y quedó callado. Y así, cada dos o tres días, la mujer repetía su discurso, mientras la vecina tendía su colada.

Al mes, la mujer se sorprendió al ver que la vecina tendía las sábanas, esta vez especialmente limpias, y dijo al marido:

─¡Mira, ha aprendido a lavar la ropa! ¿Le habrá enseñado alguna otra vecina?

El marido le respondió:

─¡No, cariño! Hoy me he levantado más pronto para limpiar los cristales de nuestra ventana!

La vida es así. Todo depende de la limpieza de la ventana, a través de la cual observamos a nuestro alrededor. Por eso, antes de criticar, miremos cómo están los cristales de nuestro corazón para que veamos más claro. Sólo así podremos ver con claridad la limpieza del corazón de los demás…