Memorial del niño no nacido, de Martin Hudáček



Siendo apenas un estudiante de arte, Martin Hudáček de Eslovaquia se inspiró para realizar una escultura que logra captar en sí misma la devastación que el aborto provoca en la mujer, y que a través del Amor Misericordioso de Dios es posible la reconciliación y la sanación. 


La escultura muestra a una mujer con un gran dolor, el duelo por su aborto. La segunda figura en la obra es la niña que no pudo nacer que se presenta como una niña pequeña que con ternura y de manera muy conmovedora se acerca a su madre para ofrecerle el perdón. 

Martin, quien puso a su obra el significativo nombre “Memorial del niño no-nacido” dijo que la escultura «expresa la esperanza que es dada a los creyentes por Quien murió por nosotros en la cruz y nos muestra lo mucho que se preocupa por todos nosotros».  La obra, que ha sido admirada por muchos por su efectiva representación del trauma post-aborto, sensibiliza profundamente sobre esta realidad y provoca muchas emociones e interpretaciones. 

Marek Hudáček, hermano de Martin, dice que tanto él como su hermano fueron inesperadamente sorprendidos por las reacciones positivas de todo el mundo a la escultura: «No esperábamos esto … La intención principal de mi hermano para hacer la escultura no era para hacerse famoso, sino poder hablar de la importancia del valor de la vida humana y la necesidad de protegerla desde la concepción»

Personalmente debo confesar que esta imagen siempre me ha impresionado desde que conocí su existencia por el revuelo mediático que causó su inauguración en octubre de 2011 por parte del Ministro de Salud de Eslovaquia. Vemos, a la izquierda, una mujer de rodillas y llorando; la cabeza inclinada hacia adelante: la sostiene sus manos. Refleja un dolor profundo, muy hondo. Es una escultura de piedra. Delante observamos la figura de un niño -podría ser niña- elaborada en cambio en vidrio, en una especie de cristal transparente. Este niño está de pie, como alzándose del suelo y con su mano izquierda tocando delicadamente la cabeza de la mujer de piedra. Difícil poder expresar mejor el profundo arrepentimiento de una madre que ha abortado. Pero lo ha logrado.

La idea surgió de un grupo de mujeres jóvenes, convencidas del valor de la vida y de las funestas consecuencias que todo aborto conlleva en el cuerpo y en el espíritu de la infeliz madre. Eslovaquia es un caso paradigmático en lo que se refiere al descenso del número de abortos. Si en 1988, en los últimos días del régimen comunista, el número de abortos rondaba los 58.000, los últimos años ronda los 15.000. Y eso que su legislación permite el aborto prácticamente libre hasta las 12 semanas, y es permitido a jóvenes de 16 y 17 años con permiso de sus padres. Afortunadamente el país de mayoría católica (un 70% de sus 5,4 millones de habitantes), cuenta con muchos servicios sociales y sanitarios que pertenecen a la Iglesia y en donde la mayoría de los ginecólogos son favorables a la vida.

Volviendo a la escultura, vemos que el artista ha logrado plasmar un maravilloso equilibrio entre dolor y amor; entre la agonía de la madre y el consuelo del niño; entre el arrepentimiento de ella y el perdón de él. La imagen deja en el corazón una profunda ternura hacia la madre y su hijo. Pero ¿por qué el autor quiso emplear el vidrio en el caso del niño? Tal vez para evocar el alma pura y transparente del niño no nacido que parece decirle: «Mamá, no llores más. Mírame, aquí estoy. Desde el cielo podré amarte y hacer por ti todo lo que no pude en la tierra».



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